ENTREVISTAS

 
Marén Artists
 
El caso de Rubén Amoretti es tan especial, que hasta en Hollywood se han interesado por su historia, un drama que le privó de la voz y le dejó sin trabajo. Se trataba de una enfermedad que hizo que este tenor ligero, en un breve plazo de tiempo, se transformara nada menos que en bajo.
 
César RUS
ÓPERA ACTUAL 219
(DICIEMBRE 2018)
 
El caso de Rubén Amoretti es único en la historia: un tenor lírico-ligero que acaba cantando como bajo. Ni Plácido Domingo. “Sí, empecé como ligero e iba evolucionando hacia un tenor lírico, pero ahora soy bajo-cantante, e incluso puedo llegar hasta el do profundo”, aclara a ÓPERA ACTUAL. Y continúa: “En todo caso, nací tenor y sigo siéndolo en mi interior. Siempre que escucho una ópera pregunto quién es el tenor. Lo que ha cambiado son mis cuerdas vocales y la laringe. Pero canto con una línea de tenor”.
 
 
 
Ópera Actual: Ya tiene en repertorio óperas en las que ha cantado el tenor y el bajo, como La dammation de Faust que cantó en junio en Valencia...
 
 
Rubén AMORETTI: Sí, hace años hice de Faust y ya había cantado el personaje de Mefistófeles en un concierto; en Les Arts lo debuté en escena. Mi carrera de bajo es como una segunda vida. Ya me ha ocurrido con Tamino y Sarastro, Almaviva y Basilio, Nemorino y Dulcamara...
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Qué diferencias técnicas hay entre ambas cuerdas?
 
 
R. A.: Estuve cuatro años sin cantar ópera. Antes de dedicareme a la lírica había cantado tangos y volví a ello, hasta que me di cuenta de que la voz la tenía bien. Pensaba que había perdido los agudos, como le pasa a muchos tenores, pero en realidad no sabía lo que me estaba ocurriendo hasta que me di cuenta de que tenía voz de bajo. Al principio pensé que era barítono, pero no: era bajo. Empecé a preguntar y nadie sabía lo que me pasaba. Soy muy amigo de Roberto Alagna y me aconsejó que estudiara solo, porque nadie iba a entender mi caso.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Y lo hizo?
 
 
R. A.: Siempre digo que estudié con Cesare Siepi: he escuchado todas sus grabaciones porque su línea era distinta a la de otros bajos. Me fijé dónde le quedaba el pasaje y cómo lo resolvía. Lo más difícil fue convencer a los directores de teatros y agentes que me conocieron como tenor de que yo era bajo. No me creían.
 
 
 
 
Ó. A.: Y la causa era una enfermedad.
 
 
R. A.: Sí, un tumor en la hipófisis que hacía que nunca dejara de segregar la hormona del crecimiento. Y como es algo gradual no te das cuenta y todo te va creciendo, incluyendo las cuerdas vocales y la laringe.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Cómo lo descubrió?
 
 
R. A.: Hice el cambio de voz sin saber qué me estaba ocurriendo. Fue un periodo horrible, me dolían las extremidades y la parte frontal del cráneo: era acromegalia. Cuando volví a cantar, ya como bajo, en Zúrich me ofrecieron la Petite Messe Solennelle que había cantado antes como tenor. Un médico que estaba en el público me vino a ver y me dijo: “Yo le he escuchado a usted de tenor, cantando Almaviva. ¿Le duelen las articulaciones? ¿la cabeza?”. Él me dijo que tenía acromegalia. Mi médico no lo había diagnosticado; en mi caso era algo interno y no tenía los síntomas externos. Me hicieron el escáner y salió el tumor que provocaba esta acromegalia.
 
 
En El gato montés de Penella, en el Teatro de La Zarzuela de Madrid
 
 
 
Ó. A.: O sea que supo de la enfermedad cuando ya había vuelto a cantar.
 
 
R. A.: Pues sí. Cuando no sabía que tenía esta enfermedad pensaba que estaba perdiendo los agudos; con la técnica pude aguantar un tiempo, pero llegó un momento en que ya no pude cantar como tenor. Estaba hecho polvo, y coincidió con un momento personal muy duro, con la muerte de mi madre y mi divorcio. Esta situación generó muchas tensiones y me encontré en un agujero.
 
 
 
 
Ó. A.: Su caso es tan extraordinario que ha inspirado una película. ¿Cómo surge el proyecto?
 
 
R. A.: Se ve que es un caso único: un tenor que pasa a ser bajo. Ha interesado que sea una historia de superación personal. Esto surge de un guionista estadounidense, Gregory Jordan, autor de varios libros, a quien le llegó mi historia. Me llamó a Madrid y me dijo que escribiera lo que me había pasado en tres capítulos. Lo hice en tres noches. Al leerlo me llamó y me dijo que eso no era un libro, sino una película. Llamó a Miguel Menéndez, que acababa de producir Loving Pablo con Javier Bardem y Penélope Cruz, quien se interesó al momento.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿En qué punto está el proyecto?
 
 
R. A.: Se está finalizando el guion. La financiación está muy avanzada y estuve con varios inversores en Washington. A partir de enero se presentará el guion a varios actores importantes. Sé que incluso George Clooney ha visto el guion, no para hacer el personaje, sino porque le interesó como inversor. El guion es en inglés porque es una coproducción americana, italiana y española.
 
 
 
 
Ó. A.: Se ha hablado de Bardem como protagonista.
 
 
R. A.: Todavía no sabemos quién la protagonizará porque hasta que no esté el guion acabado en su totalidad no se hace el casting. Roberto Alagna estará muy presente, será como un hilo conductor de la historia. Somos amigos desde hace muchos años porque cantábamos juntos en cabarets y bares antes de cantar ópera. Él vivió mi decadencia como tenor y todo mi proceso. Él me había hecho audicionar en Zúrich y así puede empezar en esto de la ópera. Cuando ya estaba con problemas me invitó a hacer Arlecchino en su debut en Pagliacci, pero yo ya no era tenor. La película acabaría con mi retorno a los escenarios en 2016 y con Roberto haremos un concierto de dúos de bajo y tenor en Versalles.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Aparecerá usted en la película?
 
 
R. A.: No. Estoy asesorando en el guion. El director será Alejandro Toledo, que ha hecho muchas cosas relacionadas con la música, pero no con la ópera.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Se escuchará su voz de tenor?
 
 
R. A.: No quedan grabaciones: las que había las destruí. Además mi carrera de tenor solo fue de cinco años.
 
 
 
 
Ó. A.: Su maestro fue Nicolai Gedda. ¿Qué diría de él como maestro?
 
 
R. A.: Para él la mayoría de los cantantes hacen carrera porque tienen cualidades innatas y un profesor ha de ayudar a canalizar este don. Él se centraba en las tres cosas básicas: la máscara, la respiración intercostal-diafragmatíca y luego el bajar la laringe, “el bostezo” que se llama para cubrir el pasaje. Con verle y escucharle era suficiente.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Le ayudó cuando cambió la voz?
 
 
R. A.: Tampoco sabía qué me ocurría. Me decía “estás baritoneando tu voz”, como si fuese algo voluntario. Pero aunque ahora cante de bajo, continúo siguiendo sus enseñanzas en cuanto a línea de canto y proyección.
 
 
 
 
Ó. A.: ¿Qué proyectos tiene después de cantar María del Pilar en La Zarzuela?
 
 
R. A.: En enero estaré en Bilbao con I Lombardi y después voy al Liceu con Hamlet. Más tarde hago La damnation de Faust en Niza, El gato montés en Los Ángeles, Felipe II de Don Carlo en Las Palmas y Turandot en Barcelona, con la OBC. Ahora, como bajo, cada vez tengo más contratos y estoy encantado. 
 
 

 

 
 
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