OPINIÓN

Joan MATABOSCH, director artístico del Teatro Real de Madrid
ÓPERA ACTUAL 199
(FEBRERO 2017)
 
El estreno escénico en España de una de las mejores óperas de Händel, Rodelinda,el próximo mes de marzo en el Teatro Real, será seguramente uno de los acontecimientos de la temporada. La presencia de un prestigioso especialista como Ivor Bolton y el estreno de una nueva producción dirigida por Claus Guth hacen presagiar el evento, pero hay algo más en este proyecto que puede calificarse de ejemplar.
Cuatro grandes teatros europeos van a coproducir el espectáculo que se va a estrenar en el Teatro Real el 24 de marzo, con lo que implica de colaboración de sus departamentos artísticos y técnicos, de reducción de costes para todos los teatros y de difusión de la marca y el prestigio de todos ellos: el Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Ópera de Frankfurt (Alemania) y la Opéra National de Lyon (Francia).
Rodelinda es el título idóneo para esa colaboración internacional porque, más allá de su estructura de opera seria canónica, se la puede calificar casi de visionaria. De hecho, casi prefigura lo que será Fidelio de Beethoven: un canto emocionado al amor conyugal. Tanto Rodelinda como Leonora son mujeres dominantes cuya fidelidad y lealtad las lleva a descender a una cárcel para liberar a sus esposos, presos políticos. Lo notable de la coincidencia es precisamente lo poco frecuente que ha sido en la historia de la ópera (y no solo de la ópera) este homenaje al amor conyugal. Porque, en efecto, como ha destacado la escritora Donna Leon, cuya debilidad por la obra es manifiesta, lo conyugal es lo último que han cantado los que han glosado las delicias del amor.
Se canta normalmente al amor apasionado, al amor romántico, al amor filial, al amor fraternal, al amor a la patria y al amor a la libertad, pero respecto al amor conyugal lo que se canta casi siempre es que se ha acabado, que se ha roto, que se ha destruido por celos o por deslealtad. Por eso hay que subrayar que Rodelinda canta a lo que nadie canta: a la grandeza de lo conyugal, a la lealtad de los esposos.
Para reforzar su carácter singular, Händel propone una mirada absolutamente atípica sobre los roles de los dos esposos: entre los personajes de Rodelinda y de su esposo, Bertarido, se produce una especie de inversión de los estereotipos de lo masculino y lo femenino. Rodelinda es el personaje poderoso, activo, político y que lleva las riendas de la acción. Ni siquiera el hecho de asumir el papel de víctima le impide ser quién marque el terreno a todos los demás personajes ni duda en apelar a la violencia si su estrategia lo requiere. En cambio, Bertarido posee las características de lo femenino: es dulce, relativamente pasivo, llora y se lamenta con frecuencia, es sensible a la belleza, es un poco artista, rechaza la violencia, no toma las armas y nunca tiene capacidad de imponerse a la acción de los acontecimientos.
 
 

 

 
 
 
 
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