OPINIÓN

 
 
Fernando SANS RIVIÈRE
ÓPERA ACTUAL 219
(DICIEMBRE 2018)
 
El mes pasado llegaba un inesperado comunicado de prensa desde el Gran Teatre del Liceu anunciando que Christina Scheppelmann acabaría su mandato de cinco años al frente de la dirección artística del coliseo barcelonés con la celebración del 20º aniversario de su reconstrucción. No quedaba claro si ella era la que renunciaba o si el contrato no se le renovaba, como efectivamente así ha sido. El modo y las formas han sido sorprendentes, más todavía si se tienen en cuenta los elogios que en el comunicado se subrayaban de su etapa: “Se despedirá del Teatro con grandes hitos en este período: un giro en la programación artística que ha aumentado la ocupación, el proyecto del OFF Liceu y grandes producciones que han hecho historia en el Gran Teatre”. La directora artística se incorporó reemplazando a Joan Matabosch a principios de la temporada 2014-15, unos inicios en los que completó las temporadas que Mata­­bosch había dejado muy perfiladas y modificó algunos proyectos para ajustarse a una crisis económica que supuso una etapa de grandes recortes, despidos y una parcial renovación de trabajadores. Schep­­pelmann parecía la candidata ideal, ya que había trabajado en la casa, habla español y catalán –tiene familia en la ciudad– y su paso por San Francisco y Washington le habían acostumbrado a programar sin po­­sibilidad de déficit. Se trata de una persona cercana y consciente de que el público es lo primero; anuncia en persona los cambios de reparto de última hora, modera encuentros con los artistas, conversa con el público, mecenas o la prensa y ha consolidado el encuentro con los artistas tras el estreno de cada obra.
Su propuesta artística se ha fundamentado en una programación variada, con es­­pecial interés en los directores de escena, las coproducciones, los grandes cantantes internacionales y los jóvenes valores, sean cantantes o directores musicales, fomentando la presencia de artistas españoles y la ópera del siglo XX y contemporánea. Con unos presupuestos muy recortados, ha conseguido aumentar el público a pesar de una política de precios al alza. Entre los mayores éxitos artísticos de su etapa se cuentan Benvenuto Cellini (2015) con regia de Terry Gilliam; en 2016, Elektra de Patrice Chéreau, La flauta má­­gica de Barrie Kosky, Don Giovanni de Kasper Holten y, un curso más tarde, Tristán e Isol­da y Quartett con regia de Àlex Ollé; ya en 2018 llegó Andrea Chénier con Kaufmann, Radvanovsky y Carlos Álvarez, Demon con Dmitry Bertman y Katia Kabanova dirigida por David Alden. En esta temporada –la primera diseñada completamente por ella– quedan sorpresas como L’italiana in Algeri, el siempre aplazado estreno de L’enigma di Lea de Casablancas, Rodelinda de Claus Guth, unos modernizados Pescadores de perlas y la propuesta de Damiano Michieletto para la Ópera de Zúrich de Luisa Miller. Scheppelman dejará el coliseo en diciembre de 2019, semanas después de esa Turandot con una propuesta escénica virtual a cargo de Franc Aleu que inaugura el curso 19/20. El Liceu se ha comprometido a anunciar a finales de enero el ganador del concurso público implementado para este cargo.
 
 
 
 
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