The Metropolitan Opera
Verdi AIDA
Sondra Radvanovsky, Jorge de Leon, Olesya Petrova, Quinn Kelsey, Stefan Kocan, Solomon Howard, Arseny Yakovlev, Leah Hawkins. Dirección Musical: Plácido Domingo. Dirección de escena: Sonja Frisel. 5 de marzo de 2019.
Sondra Radvanovsky interpretó a una Aida muy convincente junto al tenor español Jorge de León como Radames. Ambos brillaron en un espectacular montaje bajo la batuta de Plácido Domingo // The Metropolitan Opera / Ken HOWARD
La última función de la gran producción de Sonja Frisell se presentó en una sala desbordada por el público, listo para rendir homenaje al histórico montaje y a las legendarias figuras que le habían dado vida desde hace tres décadas en este escenario. Al frente de todo el acontecimiento estuvo Plácido Domingo, quien desde el podio demostró una predilección por tempi notablemente más lentos de lo acostumbrado, como si quisiera saborear al máximo su lectura verdiana, especialmente en las partes más sinfónicas como la Marcha triunfal y los ballets.
Sondra Radvanovsky aportó su extraordinaria voz de soprano a una Aida que resultó ser más mecánica que convincente; su emisión fue en general cuidadosa y optó por los agudos en pianísimo aunque no siempre le dieron el mejor resultado, pero cuando los dejó volar, como en los grandes conjuntos o en los dúos más dramáticos, se convirtieron en algo espectacular. Jorge de León regresó para cantar de nuevo el rol de Radames, una tarea que llevó a cabo con seguridad, especialmente en los más brillantes y extendidos agudos. Sin embargo, su interacción escénica fue dura y poco convincente, lejos del eje romántico de la trama. La culpable de esta falta de compenetración fue la histriónica Olesya Petrova como Amneris, quien, sin embargo, resultó aportar la actuación vocalmente más completa. Quinn Kelsey estuvo un poco mejor y mas cómodo en su repetición de Amonasro pero le sigue quedando un poco grande el papel: parecía más el hermano pequeño de Aida que su padre. Stefan Kocan continúa siendo uno de los bajos mas prolíficos como Ramfis y Solomon Howard dejó que su voz por fin llenara la sala con un impresionante volumen como el Rey mientras que cuanto menos se diga del embarazoso Mensajero de Arseny Yakovlev, mejor.
Los inmensos espacios egipcios diseñados por Gianni Quaranta complementaron perfectamente la trama de forma cinematográfica. Los decorados enmarcaron al maravilloso coro, así como al atlético ballet con coreografía de Alexei Ratmansky y a decenas de extras que, junto con los caballos de la marcha triunfal, despertaron espontáneas ovaciones de un público deleitado por la espectacularidad del montaje. En esta última función, como si la propia producción se sintiera afectada emotivamente en la parte más espectacular de la ópera, cuando el escenario desciende con los centinelas para revelar la plaza egipcia, la maquinaria quedó trabada y dejó la plataforma y a la audiencia en suspenso. Los aplausos finales se alargaron y brindaron la enhorabuena a un conjunto más que sobresaliente.. * Eduardo BRANDENBURGER